¿Y de la Solidaridad?

¿Y de la Solidaridad?

Colombia está viviendo una ausencia de solidaridad económica y moral con el Estado. Siempre he pensado que el “estado social democrático y de derecho” que nuestros constituyentes consagraron cómo eje fundamental de nuestra carta magna, ha sido erróneamente entendido por una importante mayoría de colombianos. De acuerdo a su interpretación actual, tanto legal, jurisprudencial, cómo del ciudadano de a pie, el Estado no es más que ese ente donde reposan todas las responsabilidades sociales de la población. Para la mayoría de los colombianos, la solidaridad se genera casi de manera exclusiva en una sola vía. Entienden que la solidaridad la debe tener el Estado con sus ciudadanos, pero no quieren aceptar que todos tenemos deberes y que la solidaridad funciona en doble vía. La exigencia permante que el Estado debe asumir las responsabilidades sociales ha logrado que este sea cada vez más grande para atender el día a día de los colombianos: mayor burocracia, mayor gasto público y menor participación de privados.

 

El Estado debe ser solidario, pero esto no implica que su rol más importante sea exclusivamente el de servir de bienhechor social. Claro, el Estado si es un importante ente en la construcción de un futuro próspero y organizado, pero el incesante crecimiento estatal conlleva casi que de manera directa a la creación de una maquinaria costosa, corruptible y difícil de aceitar, que muchas veces adolece del conocimiento o experticia necesarios para sacar avante proyectos de carácter social. El Estado debe ser mínimo y austero. 

 

Encuentra uno en los distintos recorridos que se hacen por el país, una apatía total por el Estado y su funcionamiento. Hace tiempo se perdió la confianza en él y en algunas de sus instituciones, por ineficientes y por los sonados casos de corrupción. Existen otros que van casi que de la mano, que sienten que el Estado debe brindarles diferentes garantías (empleo, salud, educación gratuita, etc.) pero que no están dispuestos a dar nada a cambio. Para ellos bien vale lo mismo colarse en el MIO o en el Transmilenio que salir a las calles en busqueda de que la educación sea universal, gratuita y casi perpetua. Bien vale lo mismo evadir impuestos, ser el “vivo bobo” del que tanto hablan y ufanarse de la mal llamada “malicia indígena”.

 

Moralmente me parece categóricamente imposible vivir en esa dualidad. Si bien el Estado debe esforzarse para brindar una mayor seguridad  y equidad al momento inicio de la carrera de la vida del colombiano, no es dable pensar que durante toda la vida se debe uno recostar en el aparato estatal esperando la solución a sus problemas.

 

El colombiano de a pie es tradicionalmente pujante, trabajador y honesto, en general, echado para delante, pero el discurso populista que ha ido calando en el imaginario colectivo lo está llevando a pensar que es el Estado el responsable de todos los males, y el único responsable de sacarlo de ellos. Ese discurso populista no libera ni genera igualdad, lo que nos hace es esclavos y dependientes del papá que todo lo alcahuetea. Lo que libera y dignifica es el trabajo y el esfuerzo personal para salir adelante y así llevar bienestar y progreso a su familia. Nos estamos convirtiendo como sociedad en el hijo pródigo que quiere toda la libertad para actuar sin dar nada a cambio, sin ceder ni comprometerse ante un mínimo de deberes. No podemos pretender que el Estado nos espere con los brazos abiertos y que nos auxilie cada vez que nos equivocamos, y mucho menos que éste sentir vaya en aumento y con ganas de generalizarse. No se puede premiar la desidia sino el esfuerzo.

 

Debemos Pararle-Bolas a la ausencia de solidaridad en Colombia y recuperarla cuanto antes. La línea que divide a una sociedad fallida de una exitosa está trazada en la tinta de la solidaridad. La solidaridad recíproca donde los ciudadanos velemos por cuidar también al Estado y entendamos que tenemos derechos pero también deberes. El orden jerárquico de estas dos palabras se cambió. Ahora solo hablamos de derechos, primero los derechos. En mi casa mi papá siempre me enseñó que las cosas hay que ganárselas. Yo cumplo con mis deberes y mi padre me daba y respetaba mis derechos. No al revés. Los colombianos tenemos que entender que todos tenemos derechos, pero que igual o más importante, debemos cumplir con los deberes. Esa es la verdadera solidaridad.

 

La solidaridad de la que habla nuestra Constitución debe ser entendida como el tejido armónico de nuestra sociedad: debe haber solidaridad bidireccional y no solo la ley del embudo. Debe haber solidaridad del Estado y sus instituciones, entre connacionales, entre empresas y colaboradores y entre todos los miembros de nuestra sociedad, si queremos alcanzar más desarrollo.

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Un comentario en «¿Y de la Solidaridad?»

  • Néstor Hugo Millán,. PhD
    1 julio, 2019 a las 9:55 pm

    Muy bien traído el tema de la Solidaridad y su relacionamiento con nuestros deberes ciudadanos . En efecto , la Constitución Política de Colombia – en su artículo 95 – contempla la Solidaridad como un DEBER .
    Además, la Jurisprudencia Constitucional la consagra como un Principio . La solidaridad , entonces , debiera constituirse en uno de los pilares fundamentales de la Cultura de los Colombianos . Y aquí, es donde el Sector Educativo debiera jugar un papel clave . Desafortunadamente no es tan cierto .
    Ya sabrán las autoridades Estatales cómo proceder .

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