En el Ojo del Huracán 

En el Ojo del Huracán 


Jamundí está en el ojo del huracán. No hay alcalde, no hay autoridad civil efectiva; pero sí hay BACRIM, disidencia de las FARC, narcotráfico, minería ilegal, secuestro, extorsión e inseguridad urbana. Aunque la Gobernación intenta hacer su mejor esfuerzo, la realidad es que no hay gobernabilidad ni legitimidad política; su alcalde fue capturado recientemente y, nos guste o no, el manejo adminstrativo del municipio está en interinidad.

La situación es muy preocupante. En lo corrido del último mes asesinaron al ex futbolista Jair Abonía, secuestraron en su negocio y en pleno centro de la ciudad al comerciante Guillermo Moncada. A pocos kilómetros de su casco urbano se encontraron 100 hectáreas de coca en un operativo que adelantó la fuerza pública, en el cual fueron atacados y heridos varios soldados y le causaron la muerte a uno de ellos. 

No puede ser más claro que en Jamundí se está cocinando la tormenta perfecta; pero lamentablemente para este municipio, la discusión pública y toda la atención del gobierno nacional está centrada en Tumaco y no en resolver de fondo la crisis de ilegalidad e inseguridad que atraviesa este municipio, que para rematar está en las goteras de Cali. 

Sin seguridad no hay confianza inversionista y sin confianza inversionista no hay desarrollo, crecimiento económico y generación de empleo. La realidad es que esta situación debería encender todas las alarmas porque está en juego la seguridad, la tranquilidad y la calidad de vida de los habitantes de Jamundí. Pero si pensamos en grande, la grave situación podría impactar negativamente en la confianza inversionista de la zona sur del departamento del Valle del Cauca, que se ha proyectado como una fuente de desarrollo comercial, urbanístico, industrial y de servicios. Debemos protegerla, cuidarla y defenderla.  

Urge darle orden, seguridad, tranquilidad y retomar el imperio de la ley en este municipio. Se requiere darle continuidad al plan de choque que se está ejecutando en materia de seguridad para que se genere bienestar para su gente y sus visitantes. No puede ser que solo vaya a ser flor de un día, como son algunos de los apoyos que nos envían cuando uno está “a 2.600 mts más lejos de la realidad.” Frase que no es mía, pues se lo he oído decir a un exalcalde de la ciudad de Cali. 

Se requiere un programa agresivo de erradicación de los cultivos ilícitos, que ahora parece que con el nuevo proyecto de ley que presentaron, ya no va ser “tan ilegales” tenerlos, si no pasan de 3.8 hectáreas cultivadas. Como si la ilegalidad admitiera término medio; o uno es o no es. Se requieren sanciones y penas ejemplarizantes que disuadan de verdad a quiénes actúen al margen de la ley.  

Una vez esto esté  implementado y se haya disuadido el cultivo por las penas y por la efectiva erradicación de los mismos, se puede proceder a un programa eficaz de sustitución de cultivos. Antes no se puede hacer nada, porque se pierde la platica. Para nadie es un secreto que raspar y sembrar coca es de lejos mejor negocio que cualquier otro cultivo. Cuando se tiene erradicación voluntaria y sin aspersión, cuando el delito del narcotrafico es conexo a los acuerdos y cuando se presentan proyectos de ley como el que cursa en el momento, no nos podemos sorprender que los gringos se emberranquen y que en el país hayamos pasado de 40.000 hectáreas sembradas de coca a 200.000. Estamos enviando el mensaje equivocado. Es como si le dijeran háganle que aquí no pasa nada.  

Debemos Parárle-Bolas a Jamundí que lo está sacudiendo el “Huracán Coca”.

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